Escribir. Se me da bien.
Pero no escribo. Estoy aquí de nuevo por la sugerencia de una amiga.
No porque las musas hayan vuelto, porque la inspiración se fue hace
tiempo. Quisiera ser vital (broma que algunos entenderéis) pero me
cuesta horrores. Tengo algunas ideas, incluso un título, algo
fundamental para un libro. Pero no me atrevo a empezar. ¿Por qué?
Por temor a ser insustancial, a convertirme en una escritora que no
escribe (gracias Cercas por la frase). No sé por dónde empezar.
El principio, supongo. El
principio del fin empezó cuando te fuiste. El principio de fin. Hace
poco más de dos meses y medio. No te he velado. No he mantenido el
duelo. Ahora lo pago. Ahora todo es difícil. Trato mal a quien no
debo y demasiado bien a quien no lo merece. Sigues ahí,
controlándome. Y quizás debería dejarte ya ir para tener las cosas
claras. Hace poco escribí tus últimos momentos, no fueron demasiado
agradables de recordar. Necesitaba plasmarlos en el papel para darme
cuenta de ello, de todas aquellas horas, de quien estuvo, de quien
no, de quien se fue. Me di cuenta de muchas cosas. Entre ellas de que
debo vivir el presente y olvidarme del pasado. Necesito un tiempo,
necesito espacio. Necesito meditar, reflexionar, irme. ¿A dónde? No
sé. A cualquer otra parte como rezaba la canción. Ya está. Ya he
escrito. Hasta dentro de unos días.