Me apetecía cambiar de tercio y dejar las cursilerías para momentos más adecuados, para esos días en los que una copa de vino hace que salgan unas palabras de tu teclado que estando menos achispada no escribirías. Será que me tiene que venir la regla. ¡Oh! ¡Sí! ¡Una mujer hablando de la menstruación!
Parece una tópico, los hombres creéis que es un tópico. Pero no lo es. Es una realidad objetivable y comprobable. Desgranemos los tópicos:
1. Estamos más sensibles. Cierto. Correcto. Una broma puede acabar en tragedia porque nos la tomamos mal, de forma personal y en vez de gritar, nos da por llorar, creer que la vida es una mierda y que todo el mundo confabula en contra nuestra. Lo que me lleva a...
2. Somos mucho más susceptibles: paranoya para qué existes, para joderme la vida antes de menstruar. Vemos cosas que no son, sospechamos de todo y de todos, cualquier indicio es una prueba concluyente de nuestras retorcidas conclusiones precipitadas. Lo que me lleva a...
3. Gritamos, perdemos los papeles y si es preciso insultamos, que por algo tenemos la excusa de la regla...
¡Ups! Creo que acabo de descubrir el gran secreto...
En serio, la menstruación no es un pretexto, solo es aquel momento del mes en el que nos mostramos más como somos en realidad.
Y para celebrar que estoy premenstrual, recupero este hit:
Bueno, sí, no tiene nada que ver, pero me gustaba esta canción. Espero que no tengáis ningún problema.
jueves, 28 de agosto de 2014
lunes, 25 de agosto de 2014
Ingredientes
Etiqueta. Hoy en día todo
se etiqueta. Productos etiquetados con una retahíla interminable de
ingredientes. Cuanto más detallado, mejor. Fotos etiquetadas en
redes sociales con nombres de amigos y conocidos. Sin etiqueta una
foto no cobra sentido. Etiquetas en microblogs, mal llamadas
hashtags, para poder seguir un hilo de patrañas sin perder ni un
ápice de la estupidez humana comprimida en 140 caracteres.
Etiquetas. Relaciones
etiquetadas. ¿Qué somos, cariño? ¿Novios? ¿Amigos con derecho a
roce? ¿Amantes? ¿Pareja? ¿Compañeros de vida? ¿Qué narices
somos, cariñín? ¿Por qué necesitamos etiquetar, poner en un cajón
determinado, archivar en la carpeta adecuada un sentimiento? ¿A qué
se debe esa necesidad de concreción? ¿Saber a qué atenernos?
¿Reunir pruebas para reproches futuros? ¿Para eso sirven las
etiquetas? Siempre me pregunté qué éramos, qué somos, qué
seremos. Pero ya no quiero etiquetarnos más. Somos tú y yo y lo
demás son paparruchas sin importancia.
domingo, 17 de agosto de 2014
Reventar
Las cosas hay que decirlas porque si no una revienta (ac. 13 de la RAE: tener ansia o deseo vehemente de algo): sigo enamorada como el primer día.
Estoy en una posición débil, lo sé, porque si estás enamorado dejas de ser tú mismo para convertirte en un poco de ti, pero mucho del otro. Porque el otro importa tanto como tú.
Te conviertes en un dos, dejas de ser uno. Y ello tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes, pero la maravilla de la vida, del amor, todo lo compensa.
Estoy en una posición débil, lo sé, porque si estás enamorado dejas de ser tú mismo para convertirte en un poco de ti, pero mucho del otro. Porque el otro importa tanto como tú.
Te conviertes en un dos, dejas de ser uno. Y ello tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes, pero la maravilla de la vida, del amor, todo lo compensa.
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