viernes, 20 de febrero de 2015

Tampoco he cambiado tanto...

Siempre tengo los pies fríos y me salen sabañones en las manos. Duermo con pijamas infantiles, mi favorito es de pingüinos pero me lo dejé en el noroeste y no me lo has mandado. No suelo hacer la cama. Grito cuando me enfado. Pierdo los nervios con suma facilidad. Fumo demasiado. A veces bebo a solas. Me encanta el cine de terror, pero prefiero un buen drama. Veo mucha televisión. Leo demasiado durante épocas, poquísimo en otras. Tengo la risa floja y las lágrimas también. Me tomo las cosas muy en serio. A veces no me acuerdo de lo que hice ayer. Nunca olvido una fecha especial. Quiero tenerlo todo bajo control. Soy extremadamente racional. Me pierde la pasión. No como carne desde hace semanas. Ayer comí chuletas. Odiaba las angulas. No soporto la gente hipócrita. Soy más falsa que un duro sevillano. Miento más que hablo. Alguna vez digo la verdad. Me duele no tener lo que quiero. Sé que no tengo talento. Nunca plantaré un árbol. Odio los bebés. El reloj biológico sigue haciendo tic-tac. Ya no tengo agendas. No me entiendo la letra. Me han salido miles de canas. Me acomplejan mis diminutos pechos y mi enorme culo. Tengo la nariz demasiado grande y deformada pero me gusta. Se me cae el mundo encima cada noche. Ya no sigo rutinas diarias. Me sé de memoria algunos números de teléfono. También el tuyo. A veces me acuerdo de gente y quiero saber de ella. Me canso de algunas personas. Soy perseverante. Fui un putón. Gano por teléfono. Me frena la timidez. Hace tiempo que no me fumo un porro. Tiré la marihuana que me sobraba. Cuando me emborracho me da por llorar. Tengo un lunar enorme en el muslo derecho herencia de mi abuela. Un remolino en la frente marca la raya del pelo. Pienso antes de hablar. No me gusta herir los sentimientos aunque lo hago a veces. Soy borde. Llevo una coraza protectora contra los elementos extraños. No acabaré nunca las carreras. Quise hacer una tesis sobre arte ramirense. Me enamoré de un profesor de la facultad y se lo dije. Me gusta conducir y perderme. Hace tiempo que no recuerdo los sueños, dos días exactamente. No me gustan los dulces. Me pierdo por el chocolate con un mínimo del 70% de cacao. Se me agrietan los labios con el frío, con el calor, con el viento. Me maquillo. Uso tanga, pero no sujetador. Mis calcetines son de colores. Tengo la moral por los suelos. Mañana me levantaré como si nada y me acostaré con la moral por los suelos. No soy de fiar porque no sé guardar secretos. Escucho atentamente lo que me cuentan los demás. Quería ser veterinaria. Adoro los perros. Me asusta la sangre. Ya no siento náuseas cada mañana. Uso mi voz para seducir. Me gusta hablar. Callo lo más importante. No sé decir que no. Perdí la cabeza en algún lugar. Soy un GPS humano. Tomo un café diario. O dos. Solubles. Estoy enganchada al móvil. Me gusta salir a pasear sin rumbo fijo. Odio las aglomeraciones de los centros comerciales. No puedo con las madres que llevan a sus hijos a todas partes. Nunca he pegado a nadie. Alguna vez se me ha escapado una hostia. Soy malhablada. Reniego constantemente. No me gustan mis manos. Ya no tengo una colección de pendientes. Los platos se acumulan en el fregadero. Limpio con lejía hasta el suelo. No plancho la ropa. Acumulo recuerdos sin sentido. He tirado montones de ropa que ahora echo de menos. No puedo dormir con las persianas abiertas. Me encanta el verano. Soy buena nadadora y buceadora. Una vez gané un premio de poesía con un poema cursi. Mis compañeros de clase me insultaban. Quiero mucho a mi madre. No confío ni en los hombres. Pienso mal de todo el mundo. Beso muy bien. Soy muy buena en la cama. Creo que las joyas son inútiles. No uso zapatos de tacón, pero me los compro. No me gusta que llueva. Me encanta el gusto de mis lágrimas. Me dejo engañar. Tengo una cicatriz en la rodilla y en el tobillo. Me gustan los hombres de sexualidad ambigua pero me pierden los machos. Puedo cambiar de opinión en décimas de segundo. 

martes, 3 de febrero de 2015

Ser lo que eras...

Nunca estás preparado realmente para una entrevista de trabajo. Las peores son aquellas en las que hay un psicólogo de empresa. Siempre tienes la sensación de que cualquier gesto, mirada, palabra, puede acabar con tus ilusiones. Vas tranquilo a la entrevista, todo lo tranquilo que una situación límite te permite, y te hallas frente a alguien que escudriña tu mente, se te mente dentro y saca lo peor de ti. Acabas siendo demasiado sincero, dices cosas que quizá deberías obviar y acabas siendo un mal candidato. 

Una entrevista de trabajo con un psicólogo es como ir al matadero. No maquillas nada, dices lo que piensas y no sé si la sinceridad es siempre buena. Acabas vendiéndote mal, acabas dando la peor imagen de ti, la que tú mismo tienes, te muestras inseguro, reservado, y aunque clamas al cielo para que alguien diga lo que vales, tú solo te metes en el hoyo, en el pozo. Aunque sepas que eres el candidato ideal, aunque sepas que ese puesto es el tuyo, aunque lo sepas y todos lo sepan y te lo digan, empequeñeces. 

Dices que no es tu mejor momento porque las casi lágrimas en tus ojos de la pregunta anterior así lo predicen, casi lloras en una entrevista de trabajo dejando entrever tu desesperación, tu estado de ánimo, tus ganas de volver a ser lo que eras. Esa es la peor frase: quiero ser lo que era. ¿Qué pensará de ti ese psicólogo de empresa? ¿Realmente necesitas volver atrás para ser lo que eras?