domingo, 20 de septiembre de 2015

He escrito

¿Qué quieres que te diga? ¿Quieres que te diga que no he escrito nada en tres meses porque he sido feliz? Seguramente. Ya sabes que solo escribo cuando las cosas están jodidas, cuando todo es de ese color tirando a gris casi negro. Lo hago, escribo, porque como dice la canción que el otro día canté pero no bailé, esa que fue por un día mi canción del domingo, la mía y la de otro, “solo intento vaciar, solo necesito despegar”. Es entonces cuando escribo, porque para navegar por este mar sin mareas hay que echar lastre, despojarse de lo innecesario y hasta hoy no lo he necesitado. No es porque me lo hayas pedido, que también, es porque hoy me he dado cuenta de que esa fingida felicidad temporal era solo un espejismo. Cuando alguien solo te reprocha lo malo, cuando no es capaz de mostrar interés en los malos momentos, cuando te grita por la calle (a mí, que me griten a mí, que yo haga de ti y use el silencio para evitar una discusión, nene, quién me ha visto y quién me ve), cuando tienes la sensación de no hacer nada bueno, de no poder hablar, de no poder tener una opinión formada, de no poderte mostrar tal y como eres, de ser juzgada a cada momento, cuando has dicho lo que sientes y te han respondido con un silencio, con un yo creo que sí, más que no, cuando has vuelto a empequeñecer, entonces te das cuenta de que todo se ha ido a la mierda. Y vuelves a escribir, y echas de menos al amor de tu vida aunque no fuera perfecto, al que tú gritabas, empequeñecías, juzgabas. Pero el amor de tu vida se te escapó de las manos y ahora está bien, es feliz sin ti y no hay más que decir. Estarás contento. He escrito. Y negaré haberlo hecho.