domingo, 7 de febrero de 2016

Bueno, bonito, barato

Mi suavizante es de marca blanca. El otro día me preguntaron cuál era. No supe qué responder porque no lo recordaba. Parece que el olor persistía en la ropa y yo no me había dado cuenta. Pasa lo mismo con los perfumes. En cuanto te acostumbras a uno no sientes su aroma, pero sí lo hace el resto de la humanidad. De ahí que te recuerden por el olor, aunque también pueda ser por el corporal. Hubo quien me decía que le encantaba mi olor, pero no el de mi perfume: el de mi cuerpo. Soy incapaz de identificarlo, más allá de cuando sudo mucho y me avergüenzo del hedor. Aunque también es cierto que nadie me dijo nunca que apestara a sudor...
Me estoy yendo por las ramas.
A veces me siento como un suavizante para la ropa. De hecho, tengo hasta un anuncio publicitario personal en el cual caen muchos potenciales compradores. Es puro márqueting. Una buena imagen (retocada, por supuesto). Un buen eslogan robado de una canción. Un texto con gancho que no reproduzco porque es ciertamente genial y no quiero que me plagiéis. Y ahí están los clientes: abren el tapón antes de comprarme, me huelen, se convencen y me llevan a su casa. Pero una vez allí me usan para su ropa y creen que quizá no estoy a la altura, que quizá si hubieran comprado aquel suavizante más caro no tendrían que planchar la ropa, a lo mejor no tendrían que hacer nada. Nada más. Y me abandonan encima de la lavadora. Ahí, que es el lugar de los suavizantes de marca blanca, aquellos que solo usas cuando se te ha acabado el Mimosín, aunque sepas que su olor persiste, por mucho que tú no quieras reconocerlo.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Tres caras

Cara A:

Ojalá no hubieras vuelto nunca. Porque vuelvo a ser aquella pésima persona que se arrastra por la ciudad escuchando canciones tristes de grupos tristes. Una persona sola, solitaria, sin ganas de salir, de ver a nadie. Que va del trabajo a casa y de casa al trabajo solo para esperar a que la llames y como no lo haces se le viene el mundo encima. Esa persona que nunca quise ser y que fui y que soy cuando vuelves, cuando vuelves a ser ese ser extraño, ese ser retraído, ese ser oscuro que eres a veces, la mayor parte de las veces, con una actitud incomprensible hacia aquellos que te quieren, sobre todo hacia mí. Tú, cuando eres tú y dejas que el silencio haga el trabajo, y yo, que soy ese yo inaguantable porque no estás tú. Ni estarás. Esos tú y yo tan odiosos. Esos. Ojalá no hubieras vuelto nunca.

Cara B:

Ojalá no te hubieras ido. Ojalá siguieras aquí regalándome esa sonrisa tan cara de ver, esas palabras amables que consigo arrancarte raras veces y que hacen que se me encoja el alma. Porque mientras estuviste aquí, esas dos noches, esas dos mañanas, esas escasas horas, supe que nunca nadie será capaz de hacerme sentir tan amada. Porque esas horas me quisiste como solo tú sabes hacerlo, por quien soy, por como soy. Esas horas fui la que me gusta ser, la que debería ser, esa persona con ganas de comerse el mundo, de hacer lo que le plazca, esa persona que consigues que sea, solo para ti. Ojalá no te hubieras ido porque sabía que era para no volver. Y yo quiero que vuelvas, siempre.

Cara C:

No pidas permiso para volver así como no lo pides para irte. Vuelve un día, vete otra vez después. Yo seguiré aquí, viviendo mi vida sin esperarte, pero esperándote cada día. Así de breve, conciso, simple.

Cara PD: nuestra canción.