Sé que te preguntas cómo puede ser que me mostrara más humana con mi perro que con las personas. En concreto, sé que te preguntas cómo puedo ser tan poco empática, tan fría, tan distante en cuanto a tus necesidades. Sé que te preguntas por qué soy tan estúpida, tan egoísta. Y sé que te preguntas por qué te quiero si no lo demuestro. Sé que te hago daño muchas veces, sé que no estoy siempre a tu lado, sé que a veces parece que quiera irme. Lo sé. Pero no tienes razón. No quiero irme, entiendo cuáles son tus necesidades y sé perfectamente que no las cubro. Soy yo quien debería preguntarte qué haces aquí conmigo porque seguramente no te merezco. Me percato de mis actos en cuanto te veo mohíno, preocupado, ausente, con una sonrisa forzada. Sé que no es algo concreto, es un todo que a veces te afecta, un todo superior a mí. No voy a justificarme: no tengo justificación. Intentaré ser mejor para ti, ser lo mejor.
Como no quieres hablarlo, te lo escribo. Te quiero.
viernes, 13 de octubre de 2017
sábado, 2 de septiembre de 2017
Códex
Desde pequeña he tenido mascotas,
siempre perrunas, pero las pérdidas no me han dolido tanto como la
tuya. Criada con perros, unas se aficiona a esa inestimable compañía,
tan especial, tan incondicional. Un día te quedas sola y no sabes
hacia dónde ir, qué hacer.
Tú llegaste a mi vida en soledad, tras
una ruptura, convencida de que te necesitaba. Y te necesitaba. Desde
entonces, nueve años atrás, te convertiste en mi amigo fiel, el que
nunca me falló. Hace un año y medio empezaste a envejecer de
repente. Convulsionabas y no sabía el por qué. Meses después supe
que un tumor afectaba tu cerebro, me diste lo peor de ti, pero
supimos hacerle frente. Ha sido un año en el que te has vuelto
débil, has dejado tu vitalidad de un día para otro. Pero lo hemos
superado, en parte. Hasta que el tumor ha afectado tus capacidades
motrices y has dejado de ser tú. Y en una semana, hemos pasado de
pasear por la riera a no poderte ni mover, a comer por obligación, a
mirarme con ojos de se acaba.
Te dije, entre mis brazos hace un par
de noches, que debías dejarte ir. Pero eres demasiado tozudo,
cabezota, demasiado como yo como para irte. Ayer no quisiste ni
comer, te encontré tumbado sin poder moverte en esa terraza que
tanto te gustaba. Habías salido a hacer tus cosas porque ya ni podía
sacarte a la calle. Y te quedaste ahí hasta que yo llegué.
Maldito viernes tarde en el que sabía
que debía tomar la decisión por ti. Volé, no sabes cuánto volé
para volver hacia ti y llevarte a descansar porque sabía que tú no
lo harías, porque eres demasiado testarudo como para dejarme. Y
fueron tres segundos. Tres. Tiempo interminable entre la vida y el ya
no estás. Tres segundos para dejarte ir para siempre.
Me has acompañado en las alegrías, me
has acompañado en mis viajes (¿Recuerdas la casa de Donosti, el
cámping de Bielsa, las escapadas, la montaña?), también en mis
penas (¿Estás con la yaya?), en los lloros. Tu mirada tierna
siempre estaba ahí, tus lametones me daban vida. Y ahora tu caseta,
esa que te hicimos para resguardarte, está vacía, como la casa
entera. Ya no estás y yo sigo aquí, preguntándome si no podría
haberlo hecho mejor.
Te echo de menos. Tanto. Siempre. Te
quiero. Perdóname por quitarte la vida: era lo más humano.
viernes, 4 de agosto de 2017
De año en año...
Dicen que no hace daño. Seguramente no. Y aquí estoy, rodeada de libros y trastos viejos, en el desván de mi piso caluroso, junto a la piscina hinchable-lujo para pobres. Hace siglos que no me complico la vida y quizá lo echo de menos. ¡Qué va! ¿Para qué? Para escribir. Porque es aburrido escribir sobre vidas perfectas y las que me rodean lo son, son demasiado perfectas. Miento, y lo sabéis, pero así somos y así se lo hemos contado a los demás.
Dicen que no hace daño. Trabajo de oficina con horario envidiable. Error, horror, desidia, casi abulia. Dejemos eso a un lado que estamos terminando las vacaciones.
Dicen que no hace daño. A solas con una misma, piensas y no actúas, otra vez paralizada por la procastinación. En espiral, la vida en espiral, mejor que la vida en sobresaltos. Inapetencia.
Dicen que no hace daño. Pero hace calor. De año en año.
Dicen que no hace daño. Trabajo de oficina con horario envidiable. Error, horror, desidia, casi abulia. Dejemos eso a un lado que estamos terminando las vacaciones.
Dicen que no hace daño. A solas con una misma, piensas y no actúas, otra vez paralizada por la procastinación. En espiral, la vida en espiral, mejor que la vida en sobresaltos. Inapetencia.
Dicen que no hace daño. Pero hace calor. De año en año.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)