¿Cuántos
días llevamos encerrados? Perdí la cuenta. Solo sé que es la
segunda vez en quince días que siento que el corazón va a salirme
por la boca, desfallezco, veo estrellitas, siento los pies fríos y
una opresión en el pecho que me recuerda que estoy como una chota. O
eso es lo que me ha sugerido el médico. He roto el confinamiento
para ir al CAP (con el beneplácito de mi doctor de cabecera) para
que me diga que respiro bien, tengo buen pulso, mejores reflejos,
buena circulación y la mejor de las saturaciones. Paracetamoles si
sigue doliéndome el pecho y para casa (y la niña del primero en la
terraza comunitaria haciendo los 2.000 metros lisos en 10 metros
cuadrados la muy hijaputa, me va a hundir el techo).
También
he roto el silencio tres años después porque sigo complicándome la
vida aunque con menos empeño. Desde octubre que no trabajo y estoy
pseudoconfinada en casa pero la obligación de permanecer encerrada,
salvo los diez minutos diarios de paseo perruno, va a acabar con mi
ya maltrecha salud mental. Por mi culpa mi marido ni ha podido comer
en la sala polivalente del trabajo (él no es contingente, es
necesario como el alcalde de Amanece que no es poco) ya que temía
que podía matarme con el coche gracias a las chiribitas en los ojos.
Menuda tontería. Qué manera de llamar la atención.
Pocos
seréis los que volveréis a leerme, pero tampoco importa. Al menos
durante este cuarto de hora ha vuelto la razón y ha volado el
desasosiego.
Bienvenidos
a vuestro diario de confinamiento. Oh, vaya, qué idea más
original... Pero qué narices, si alguien tiene ganas de explicar
cómo lo lleva que comente algo o que calle para siempre (sé que
vais a callar para siempre, piltrafas).