Repaso en la prensa las
diferentes noticias relacionadas con la lucha contra el cáncer con
cierto estupor. Será mi tendencia a la negatividad la que provoca
que solo me fije en datos nada alentadores (previsión de incremento
de la incidencia en el futuro, cáncer infantil, etc...). Dejo de
lado las historias de superación. Las dejo de lado de forma expresa
porque si algo me ha demostrado mi historia personal, es que no
siempre se supera. Cuando hablo de historia personal no me refiero a
la mía, me refiero a la de mi entorno. En pocos años, diversos de
mis amigos han perdido a alguno de sus progenitores a causa del
cáncer de diferentes tipos, madres jóvenes en su mayoría. Así
que, señores, no siempre se supera.
Entiendo que la sociedad
está necesitada de héroes. De héroes que luchan con todas sus
fuerzas y vencen la batalla contra la enfermedad (maldita tendencia a
hablar sobre el cáncer en términos militares). Comprendo a los que
dicen que una actitud positiva ante la dolencia puede favorecer su
decrecimiento, entiendo las llamadas a la prevención y al
diagnóstico precoz. Pero seamos realistas. ¿Cuándo acudimos al
médico? Cuando existen síntomas extraños en nuestro cuerpo.
¿Cuándo se produce eso? Normalmente en un estadio avanzado.
Y es en ese punto cuando
echo de menos noticias, artículos, reportajes sobre cómo se convive
con un cáncer terminal. No es agradable para el público, pero
quizás sería preciso explicarle a la gente cómo un paciente vive
esos últimos momentos, llenos de dolor, dejando de ser él mismo
para ser otra persona totalmente diferente, y no solo físicamente.
No es la tópica pérdida de pelo y de quilos lo que les distingue,
es la pérdida del uno mismo.
Echo de menos ver
plasmados en un papel los terribles efectos secundarios de los
distintos tratamientos de choque, alejados de la hollywoodiense
tendencia a las náuseas (los efectos son mucho más extensos). Echo
en falta leer sobre las horrorosas escenas alucinógenas provocadas
por los potentísimos analgésicos paliativos. Alguien podría
escribir sobre el coraje con el que se enfrentan esos enfermos a unos
últimos meses muy duros, sabiendo, en el fondo, que esa batalla está
perdida.
La sociedad está
necesitada de héroes, pero también de realidad.
Nota: Este texto está
dedicado a todas aquellas personas que han luchado contra el cáncer
y lo han superado, pero sobretodo a aquellos que han perdido la
batalla sin dejar de luchar. Y a mi madre, que esta semana hubiera
cumplido 67 años.
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