sábado, 10 de mayo de 2014

Un momento de debilidad

Cocinar arroz con chorizo fresco, muy picante. Cocinar las patatas en juliana y a dados, y que se tuesten. La sal maldon en el chuletón, el tuyo sin pimienta, los dos al punto. Domingo. Beber una copa de vino mientras cocino y escucho esa emisora que ya no puedo sintonizar. Preparar una Sacher sin mermelada de frambuesa porque altera el sabor del chocolate. Probar nuevos platos calóricos septentrionales que nunca había oído. Comer un pincho de paella en el noroeste con un vino de mencía, Tilenus Roble. Aquel bar. La Puerta del Perdón en Villafranca y cenar en Molinaseca. Las flores del castaño en Peñalba y el incendio del Pajariel. Las vías del tren y aquel mensaje repetitivo escrito en la acera visible desde casa. El hielo, la niebla, el frío, el calor sofocante, el polen cubriendo el suelo como si fuera nieve, las mimosas en primavera. Dormir en tu lado de la cama antes de despertar. Las sábanas colgadas durante semanas de la vecina de arriba. Fumar en la ventana de la cocina. La panadería de la esquina. Oir cómo se abre la puerta al llegar. Los besos del ascensor. del garaje, del sofá, de tu despacho, del baño, la cocina, el pasillo, la habitación, la calle, la plaza, el coche. Saber que estoy preciosa al salir de la ducha porque tú lo dijiste. Saber que será la última imagen que tengas de mí.

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