Intento abstraerme de
letras de canciones, guiones endulzados, páginas repletas de
palabras que otros han escrito antes que yo. Intento hacerlo para
parecer más pura, para explicarte de una forma cristalina lo que aún
me haces sentir. Aunque seguramente mis palabras se contaminen de
tópicos. Seguramente.
Es simple: cada vez que te
veo, pasen los días, semanas, meses o años, siento un ahogo, un
estremecimiento que nunca antes he sentido y temo no volver a sentir
más, porque en cuanto sientes ese ahogo, en cuanto encuentras la
persona que te ahoga con sus silencios, con sus palabras, con sus
gestos, con sus besos, con sus abrazos, en cuanto encuentras esa
persona, sabes que nunca más vas a sentir esa falta de aire. Y no la
siento cuando me faltas, la siento cuando estás cerca, me ahogo al
verte, me ahogo y me duele todo el cuerpo porque querría tenerte así
siempre, desnudo haciendo la siesta, tranquilo mientras te miro y te
oigo respirar.
Este es un concepto
extraño del amor. Porque dicen que amar no duele. Pero desde que te
conozco, desde que te vi por primera vez aquel día de marzo, me
doliste. Y yo provoqué y sigo provocando dolor a quienes me quieren
solo porque te quiero y porque te seguiré allá donde vayas, porque
mi sitio está ahí, en ese sillón, viéndote hacer la siesta
desnudo, durmiendo tranquilo en el sofá mientras te observo y doy gracias de
tener a alguien que me ahogue, de tener a alguien que me haga sentir que
se me para el corazón cuando está cerca, aunque hayan pasado miles
de días sin verle.
Quiero verte hacer la
siesta, desnudo, el resto de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario