lunes, 21 de julio de 2014

La siesta desnuda

Intento abstraerme de letras de canciones, guiones endulzados, páginas repletas de palabras que otros han escrito antes que yo. Intento hacerlo para parecer más pura, para explicarte de una forma cristalina lo que aún me haces sentir. Aunque seguramente mis palabras se contaminen de tópicos. Seguramente.

Es simple: cada vez que te veo, pasen los días, semanas, meses o años, siento un ahogo, un estremecimiento que nunca antes he sentido y temo no volver a sentir más, porque en cuanto sientes ese ahogo, en cuanto encuentras la persona que te ahoga con sus silencios, con sus palabras, con sus gestos, con sus besos, con sus abrazos, en cuanto encuentras esa persona, sabes que nunca más vas a sentir esa falta de aire. Y no la siento cuando me faltas, la siento cuando estás cerca, me ahogo al verte, me ahogo y me duele todo el cuerpo porque querría tenerte así siempre, desnudo haciendo la siesta, tranquilo mientras te miro y te oigo respirar.

Este es un concepto extraño del amor. Porque dicen que amar no duele. Pero desde que te conozco, desde que te vi por primera vez aquel día de marzo, me doliste. Y yo provoqué y sigo provocando dolor a quienes me quieren solo porque te quiero y porque te seguiré allá donde vayas, porque mi sitio está ahí, en ese sillón, viéndote hacer la siesta desnudo, durmiendo tranquilo en el sofá mientras te observo y doy gracias de tener a alguien que me ahogue, de tener a alguien que me haga sentir que se me para el corazón cuando está cerca, aunque hayan pasado miles de días sin verle.

Quiero verte hacer la siesta, desnudo, el resto de mi vida. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario