viernes, 5 de diciembre de 2014

Terapia de choque (I)

Suena casi a paradoja. Cuando estoy triste porque lo nuestro no es como debería, cuando me doy cuenta de que lo nuestro nunca fue nuestro, no me acuerdo de ninguna de nuestras canciones. En el fondo es normal porque nunca tuvimos una canción. Pero si quiero torturarme con una canción triste, no por la letra ni por la melodía, no, una canción triste por lo que significó, siempre está ahí presente: Los Días Raros, de Vetusta Morla. 
Me contaste, hace tres semanas, que tu dentista tenía de hilo musical Vetusta Morla y le preguntaste qué grupo era. Tú ya lo sabías, yo te los había puesto cientos de veces aquellos viernes que venías a casa a huir de la tuya. Pero querías asegurarte de que tu dentista escuchaba la misma música melancólica que yo. Diste en lo cierto y sin tapujos dijiste que no, que no te gustaba. Y yo el día que por última vez escuché esa canción fui feliz por última vez en la vida. Porque dos días después perdía a mi bebé. Y tú nunca fuiste el padre. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario