lunes, 23 de noviembre de 2015

Hoy

Ni siquiera recuerdo si hacía frío o llovía en aquel rincón del noroeste. Solo recuerdo que lentamente, “como a ti te gusta”, me dijiste adiós. Yo entonces no lo sabía, pensaba que era uno de tantos hasta luego, los que nos decíamos tantas veces. Pero fue un adiós a traición. Una despedida a la francesa. La última vez que hicimos el amor. Me volví ilusionada a mi casa pensando que pronto la iba a abandonar para siempre y que me mudaría a ese lugar húmedo día sí día también. Más ilusionada que aquella vez que viniste desde Madrid solo para estar conmigo 48 horas, las que significaron el principio de nuestro tiempo. Pero la ilusión se truncó, como tantas otras veces y creí que sería una de esas veces. Pero no. Se terminó.
Ha pasado un año sin oír tu voz al teléfono, sin ver tu rostro, sin saber nada de ti más allá de los insulsos correos que nos enviamos cuando alguno de los dos está mal. Y he de suponer que eres feliz y yo quizá algún día lo sea tras el nuevo socabón.
Un año después te sigo echando de menos, pero como auguré un día, cada vez te echo más de más. Ni me duelen los desplantes ni el silencio ni tampoco los tengo tan en cuenta como antes, aunque a lo mejor miento porque ayer decidí en el último momento honrar tu recuerdo quedándome dormida en el sofá y dejando pasar una sesión de sexo sin comprimiso. O quizá lo hice por pereza. Fíjate, tener pereza sexual, eso nunca nos pasó.
Un año después ya no te espero, ya nunca más te espero ni guardo esperanza alguna de volver a verte, ni por casualidad. Sí, me gustaría acariciarte el rostro y decirte, nene, sigo amándote, pero no pienso en ello cada noche para que me entre sueño. Me duelen las cervicales de dormir mal, pero no eres tú el principal motivo.
No me engaño: no te he olvidado. Todavía queda un año (o dos y medio) para hacerlo. Aún queda una rendija abierta por si vuelves un día, pero empequeñece por momentos y hace el aire irrespirable. No me ahogo porque con algo de oxígeno tengo más que suficiente. El día que se cierre daré por terminado esto, incluso nuestra fingida amistad.
Te quiero, menos por momentos. Igual que hace un año, más que dentro de uno o dos años y medio.
Hoy, como decía la canción, me acordé de ti.
Siempre, N. Siempre, dijiste. No sé, P, creo que no siempre. O quizá sí, P, quizá siempre te amaré. Seguramente, P. Y tú a mí, P, estoy segura. Pero da igual.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario