Necesitar el sur para perder el norte, o el noroeste, que a fin de cuentas es septentrional. Perder de vista el frío, los días grises, la lluvia, el infierno del aguacero, para regresar a la calidez del sol que quiere irse a dormir un poco antes para seguir dorando la piel, ya agrieatada por el paso de los años perdidos en la niebla, el hielo, la nieve, las montañas y la cabra que tira al monte. Buscando el sur para perder el norte nunca antes perdido, tan rígido, tan boreal.
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