Vas a comprar el pan y ves
un anuncio pegado en el escaparate de la panadería. Un anuncio
oficial. El ayuntamiento de tu pueblo ha recibido una OFERTA de
trabajo destinada a jóvenes de entre 18 y 35 años empadronados en
el municipio. Te dices, calla, que das el perfil exigido (aún no he
cumplido los 35 y estoy empadronada). Coges tu currículum bonito y
bien redactado y te diriges a las oficinas municipales, un tanto
mosqueada porque no sabes de qué trabajo se trata. Pero como no
tienes trabajo, no piensas perder la oportunidad. Una vez allí,
preguntas al funcionario de turno de qué es la OFERTA de trabajo. Y
sin tapujos te espeta que no lo sabe, que el ayuntamiento no sabe de
qué trabajo se trata.
¿Perdón? Te preguntas.
¿Cómo una institución pública puede dar publicidad de una oferta
de trabajo sin saber de qué puesto se demanda? ¿Cómo un organismo
oficial puede publicitar una oferta que igual es una estafa? ¿Quién
me asegura que no es más que una estratagema para obtener mis datos
personales con fines comerciales? Te preguntas todo eso pero como aún
confías en la administración, dejas tu currículum, como aún
esperas que alguien te dé una oportunidad ni que sea para trabajar
en un prostíbulo, dejas tu currículum. Cruzas los dedos para que te
llamen y no tengas que decir que no.
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