miércoles, 31 de julio de 2013

Y no pienso hablar más de esto

Dañar. Herir de forma expresa. Desamparar. Prometer la luna y desaparecer. Creer en la bondad de los demás, caer en la trampa del manipulador. Confiar en quien no debes, a sabiendas que te está estafando. Pensar que los lazos familiares quizás sirven de algo. Creer a pies juntillas que esa persona a la que quieres, los de tu sangre también la quieren. Recibir reproches, insultos, amenazas, con el cuerpo aún caliente. Montar el espectáculo en un tanatorio atestado y desear únicamente que te trague la tierra y se vayan, muy lejos, que te dejen en paz con tu dolor. Que te dejen en paz con tu duelo. Que te dejen en paz y permitan que te despidas en paz del ser al que más debes en esta vida, al que más quieres, al que te llevó en las entrañas, al que te crió, al que te educó, al que te quiso sin condiciones, al que te ayudó, al que intestaste ayudar, al que cuidaste de la mejor manera que supiste, al que tuviste que ver cómo se iba poco a poco. Que te dejen en paz y no vuelvan, es lo único que deseas. Y no pienso hablar más de esto.

sábado, 20 de julio de 2013

Agujero negro

Ya no sé hablar de amor. Me lo robaron. Me quitaron el sentimiento. Ya no sé sentir amor. Me lo arrebataron. Me arrancaron de cuajo el corazón y en su lugar permanece un agujero negro del que no escapa ni la luz y en el que no cabe ni un átomo de emoción. Una masa inerte y yerma.

es.wikipedia.org
Como ya no sé sentir amor, tomo lecciones de indiferencia. Las primeras clases son provechosas: aprendes a ignorar, a desinteresarte, a reprimir odios, a evitar tentaciones. La teoría es sencilla y la práctica fundamental. Estoy trabajando duro para mi primer proyecto de laboratorio. Se trata de lograr un estado comatoso, imprescindible para conseguir el primer estadio de indiferencia: la dejación de todo aquello que pueda recordarte a quien te despojó de la capacidad de amar.

Aprobaré con nota, como siempre. Después, estaré preparada para el curso “Cómo librarte de tu agujero negro y substituirlo por un nuevo corazón mecánico”.

martes, 16 de julio de 2013

Perdonen las molestias

Podría explicaros la interesante conversación mantenida hace tan solo unas horas fruto de un par de birras y unas tapas. Una de esas charlas trascendentales sobre la vida, la muerte, el destino, el más allá, Diós o un ser superior, etc.... Pero no. Voy a ser machista. 

La poca experiencia que me han dado los pocos años de vida que tengo (sí, soy joven aunque no lo pueda aparentar) me dice que, por estadística, cuando una mujer deja una relación es por un simple motivo: ha encontrado alguien mejor (o peor, nunca se sabe) que el anterior. Sí. Damos las típicas excusas del no eres tú soy yo, no sé lo que quiero, nuestra relación se ha estancado, no damos para más, etc, pero en el fondo la realidad es que ya tenemos un substituto. En cierta forma, esas excusas van ligadas a ese substituto porque no eres tú, es él, no sé lo que quiero pero no te quiero a ti, nuestra relación se ha estancado porque tengo otra mejor y no damos para más porque yo quiero darlo todo por otro. Yo misma soy un ejemplo. He tenido pocas relaciones, pero las que se han acabado por una decisión mía han sido porque había alguien más. No había llegado a poner los cuernos, pero haberlo haylo (el otro). En cambio, las dos veces que me han dejado (el mítico niño maceta y el que se suponía era el hombre de mi vida), no había nadie más. De una forma u otra fueron sinceros y acabaron con la relación antes de tener la excusa de ponerme los cuernos para poner fin a lo vivido. Lo que me lleva a pensar que las mujeres no sabemos estar solas a no ser que sea por obligación (cuando te dejan).

Sé que muchas de las que me lean no estarán de acuerdo con esta visión que puede resultar machista (como dije anteriormente). O bien, dirán que fijarse en alguien es síntoma de que la relación presente no va bien. Pero, por otro lado, parece que no somos capaces de cortar de raíz una relación a no ser que tengamos otra casi en marcha. 

Reflexión de una insomne donde las haya. Perdonen las molestias.

viernes, 12 de julio de 2013

Arroz pasado

Facebook tiene muy mal gusto. Ya sabéis que los anuncios que cada uno vemos estan elegidos según nuestros gustos, la edad que tenemos, el lugar de nacimiento, etc. Vamos, a partir de todo aquello que vamos compartiendo día a día. Hace tiempo que no veo anuncios de Meetic u otros buscadores de solteros. Facebook se ha cansado de comprobar que no me interesan nada. Pero hoy he visto este:

Gracias, Marc Zuckerberg, por recordarme que se me pasa el arroz. Gracias por recordarme que me hago mayor y que aún no he tenido hijos. 

Llega el momento de las confesiones. Nunca me han gustado los niños. Pero los que me conocen saben también que eso cambió justo ahora hace dos años. El por qué lo dejo en la intimidad (la mía y de la que entonces era mi pareja). Sacad vuestras conclusiones. Si las cosas hubieran sido diferentes, ahora no aparecería ese anuncio en mi muro... Pero, por otro lado, señor Zuckerberg: no me vas a quitar las ganas de tener un nene, aunque tenga 40 años!!!

jueves, 4 de julio de 2013

Los últimos días (I, II, III y IV)

Alguien debería enseñarnos qué hay que hacer cuando alguien va a morir. No sé quién. Pero deberían enseñarnos, no sólo a afrontarlo, si no a saber qué pasos hay que seguir. Alguien debería contarnos, además, cómo se le dice a un ser querido que va a morir. Qué palabras hay que utilizar, qué gestos usar, qué cuestiones eludir, en qué momento decírselo y cómo. El médico solo ha sido sincero conmigo a solas, escudándose en que ella no parece haberlo asumido. Un médico debería tener el valor de decirle a un paciente la verdad, por dolorosa que sea. Pero el familiar directo es el último responsable y en el caso que nos ocupa, esta que os escribe es la familiar directa. Y no sé cómo decírselo. Hace días que lo sé y me he guardado toda la mierda para que ella no se dé cuenta. Pero se acerca el fin y he de ser honesta con ella y conmigo misma. Pero, ¿cómo se lo digo?

LOS ÚLTIMOS DÍAS (II)



Me pregunto a veces por qué caminos le lleva Morfeo, cuando el cansancio y los opiáceos provocan que cierre los ojos calmada. Qué soñará, si es que sueña, a dónde irá su mente, si se dirige a alguna parte. Mientras velo, en soledad, me pregunto estas cosas. Prefiero preguntarme si es feliz en los sueños, más de lo que lo ha sido en vida, antes que preocuparme de lo que pasará mañana. Espero que sea feliz en el trance de la fase REM. Que esté contenta, que recuerde buenos momentos o cree nuevos instantes de alegría. Es lo único que importa ahora.



LOS ÚLTIMOS DÍAS (III)



Ver con tus propios ojos que quien te dio la vida se siente culpable de amargártela por algo que no puede controlar. Eso es lo más duro. No es el agotamiento, la paciencia extrema (que en mi caso no es demasiada, puesto que siempre tuve un carácter bastante estúpido) o comprobar que se te va. Lo más duro es constatar que ella es consciente de ello, de que el tiempo se acaba, y encima se siente culpable. Sentirse culpable nos viene de familia, por lo que veo. Tanto de lo que depende de nosotros como de lo que no. Y se siente culpable de no ser la de antes y cree que me arrastra hacia su ciénaga de forma inexorable. Pero no sabe que no hay culpas, no hay culpables. Estaré a su lado porque es donde quiero estar, no por obligación filial. Es donde quiero estar ahora.



La luna de junio, para mi mami
LOS ÚLTIMOS DÍAS (IV)



No he podido hacerlo. No he tenido el valor. Ver que sigue luchando me quita las ganas de ser honesta y sincera. Me duele no decirle la verdad, pero prefiero verla así, con empuje, aunque sea escaso, para seguir viva. Ahora que el dolor parece un poco controlado, es hora de controlar los delirios y las alucinaciones. Ajena a esta cruda realidad, creí que la morfina la mantendría dormidita y no tendría demasiados efectos secundarios. Pero me equivocaba. Confunde sueños con realidad, recuerdos con fantasía, se preocupa por cosas que solo pasan en su mente. A veces, sus delirios me hacen reír, pero son las pocas. Normalmente resultan preocupantes. Ayer, a mitad del almuerzo empezó a llorar y a pedirme perdón porque no me había felicitado por mi santo. Mi santo fue hace un mes y sí, me había felicitado. Estaba compungida, sintiendo una culpabilidad extrema por algo que no había hecho. Pocas horas después, tuve que salir para hacer la compra. En cuanto llegué me dijo que había pasado esos tres cuartos de hora pensando que me habían hecho algo malo, convencida de que estaba mal, que alguien me había dañado. Es la hora del Haloperidol para controlar esos brotes psicóticos. Nunca antes había conocido tantos medicamentos.

miércoles, 3 de julio de 2013

No entiendo nada

Yo no sé lo que realmente es un hipster, supongo que soy demasiado mainstream para entenderlos. Pero hace unos días, un pseudohipster me dijo: flipa con las zapatillas que me he comprado, son de modernillo total. Intrigada, le insté a que me enviara una foto de esas superzapatillas. Pensé que había descubierto un calzado revolucionario con conexión a Internet, cual Google Glasses. Pero no, hete aquí las misteriosas zapatillas:


Sí. Acertaste. Unas “espardenyes” de toda la vida. Las llevaba yo cuando era adolescente. Cada verano me las compraba por su comodidad y las usaba para ir a la piscina (quizás no es el mejor uso). Sí. Es verdad. Yo es que soy de pueblo y no entiendo a los hipsters.