Theodore,
que trabaja escribiendo cartas para otros, hace un año que se separó
y está a punto de firmar los papeles del divorcio. No lo hace porque
espera a dejar de querer a su mujer. Un día compra el nuevo sistema
operativo OS1 del que se acaba enamorando. Esta distopía es el principal hilo conductor de Her,
una película de 2013 dirigida por Spike Jonze y protagonizada por
Joaquin Phoenix (sobra decir que es hermano del desaparecido River
Phoenix, sobra decirlo porque solo si tienes 35 años o más sabes
quién es River Phoenix). La película plantea algunas reflexiones en
torno al amor. Theodore no idealiza la relación que mantiene con un
sistema operativo, su amor es real pero no consumado, es decir,
platónico. No es tan diferente al que pueden mantener dos personas
separadas por un continente o por otras circunstancias de la vida.
Más
allá de esa típica reflexión en la que todos caemos, y más si
acabamos de vivir una ruptura, la película me plantea otra duda: esa
relación tan estrecha que mantiene el protagonista con un sistema
operativo, con un software, con un ente no animado, carente de cuerpo
y mente, por muy inteligente que sea (inteligencia artificial,
oxímoron donde los haya). Decía al principio que creía, que
prefería creer que se trata de una distopía pero ¿y si no es así?
La soledad, la incapacidad de mantener relaciones reales, la
facilidad con la que interactuamos con aplicaciones,
con programas, con ordenadores, ¿no nos puede llevar realmente a
satisfacer nuestras necesidades afectivas con un sistema operativo lo
suficientemente avanzado? La respuesta fácil es que la falta de
contacto físico, de sexo al fin y al cabo, puede ser determinante
para que la respuesta sea negativa. Pero, ¿no hay miles de personas
que prefieren el onanismo (acompañado del youporn) a una decepción
sexual con un congénere? No sé, ¿es una distopía o una utopía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario