sábado, 17 de enero de 2015

Hablando de persianas...

En persiana cerrada no entra frío
He de confesaros algo: estoy como una chota. Bueno, es algo que ya sabéis desde siempre, pero cuanto más tiempo pasa, más me doy cuenta de que estoy peor que una cabra montesa. Concreto un poco. Hoy me he sorprendido a mí misma diciendo en voz alta (y no me dirigía al perro): voy a cerrar la persiana que lo único que entra por ahí es frío. No sé si hablar solo es síntoma de locura, pero creo que muy cuerda no estoy. Hablo con el perro como si me entendiera, pero lo de hablar conmigo misma en voz alta es algo que me pasa últimamente. No es la primera vez, tampoco voy a negarlo, pero creo que lo hago con más asiduidad.
Lo segundo que me ha venido en mente después de la frase es: hablas igual que tu madre. Y no sé qué es peor (permitidme la licencia humorística). Esa era una frase que ella me repetía en invierno: nena, cierra la persiana que lo único que entra por ahí es frío. Razón tenía la mujer, pero lo más raro es que he usado el mismo tono reprobador que utilizaba ella cuando pronunciaba esas palabras. Así que pensando un poco, me he percatado de que uso muchas de sus expresiones sin darme ni cuenta. Y también muchos de sus gestos, sobre todo los faciales. La misma cara de asco, la misma cara sarcástica de ¿qué me estás contando? Etc. Incluso me recuerdo a ella en detalles tan nimios como coger una servilleta en un bar y empezar a enrollarla en forma de canuto. Es algo que hago sin darme cuenta.
Supongo que cuando somos jóvenes no queremos parecernos a nuestros padres, pero a medida que te haces mayor la genética hace lo que tiene que hacer: ponerte en tu sitio. Me alegro de parecerme a ella.


PD: He vuelto porque me apetecía escribir algo. No sé si será constante, eso ya lo veremos.  

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