lunes, 8 de abril de 2013

Al hijo de la Supernova

X-ray: NASA/CXC/MIT/L.Lopez et al; Infrared: Palomar; Radio: NSF/NRAO/VLA
A tu padre nunca le gustó mi música. La oía de fondo en nuestros encuentros fugaces. Escuchaba canciones que hablaban de amores perdidos, desdichas, cafeteras y domingos soleados, playas de aguas tranquilas y ambientes amarillos. No las entendía. No le apetecía escucharlas. Aprenderás con el tiempo que a tu padre pocas cosas le apetecían, pocas cosas le interesaban salvo tú y yo. Y eso último también lo pongo en duda.

Poco sé de tu padre. Es difícil conocerle a fondo. Sé que es un buen hombre, y eso debe bastarte. Sé que no quiere dañar a nadie, aunque lo haga. Sé que no sabe querer y eso lo convierte en un ser infeliz e incapaz de hacer feliz a nadie. Pero no se lo tengas en cuenta.

Él es la persona a la que más he amado en mi vida. Seguramente la única a la que he amado. He querido a mucha gente, me enamoré de alguien en su día. Lo que sentí por él no era sólo amor, era algo inexplicable. Era un vacío cuando no estaba aquí, era un vacío cuando lo tenía cerca. Decía él que era un problema para mí, eso sentía. Se equivocaba. No era un problema, lo era todo.

Decía de mí que era fuerte e independiente y que me admiraba. A su lado era pequeña e insignificante, necesitada y dependiente. Era el aire, mi oxígeno, mi agua, mi luz, mi vida. Y moría pensando que nunca podríamos tener una vida juntos, una vida normal.

Tu padre no era normal. Yo no era normal. Lo nuestro no era normal. Quizás por eso fue tan hermoso. Quizás por eso fue único. Relativizó mi mundo, mis creencias, mis deseos, mis aspiraciones. Nunca me necesitó y eso me dolía, pero cada vez menos. Porque disimulaba. Porque en el fondo fui la única persona a la que había amado, la única por la que sentía verdadero amor, aunque no supiese querer.

Era un cobarde. Lo reconoció entre lágrimas algunas veces. Fui la única persona que le hizo llorar en ciertas ocasiones. Algunas sin saber por qué. Otras por no poderme amar como yo reclamaba. Por no tener el valor suficiente de admitir que su vida sin mí era una auténtica desdicha, que no tenía ningún sentido.

Pero por suerte tú todos esos defectos (o virtudes) no los reconocerás. Porque tú eres el sentido de su existencia. Siempre lo serás.

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