Soy la niña imantada que vivió en el
mundo de asfalto. Aquella que paseaba en la parte trasera del coche
hacia cualquier otra parte. Soy la primavera que llegó a la ciudad
una mañana de enero, creyendo en un nuevo nacimiento y entonando la
melodía de una de las sinfonías de la musa. Soy la que un año
nuevo tuvo más regalos por abrir, antes que el carbón hiciera los
reyes magos. Soy la del trozo de barro en el acceso 14. La beata y
ramera, dignísima gente rastrera.
Tú eres el del piano en las costillas
sin hacer cosquillas y el que hoy se siente bien. Aquel que solo
piensa en ninfómanas los sábados y canta al flow. Tú eres el del
renacimiento, el que tiene en el cerebro ruina y mierda en la cocina,
el que se folla a las mentes, el que toma de todo menos decisiones.
Así que, ahora que sabemos que tú
eres tú y yo soy yo, deja de robarme las canciones. Que tú no eres
yo, y yo nunca quise ser tú.
(Al menos esta canción no me la robaste. Cuando la escuchaba no pensaba en ti).
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