viernes, 5 de abril de 2013

Se quedó unos pendientes

Un buen día llama a tu puerta figurada alguien del pasado que creíeste no volver a ver más. Está pasando por una situación un tanto delicada y te la explica. Tus oídos, entrenados a la escucha de los problemas ajenos pero sordos a los consejos de los demás, atienden sus quejas. Desde ese día os hacéis inseparables. Trueque sentimental: yo te escucho, tu me aguantas. 

Semanas después te confiesa que aún está enamorado de ti y la cabeza te estalla. Le pides tiempo para asimilar acontecimientos que en tu interior veías venir y de repente, tu verborragia habitual le espeta que quieres intentarlo de nuevo. Pero entonces su compañía te parece insoportable. Todo lo que antes te hacía feliz ahora te convierte en una desdichada. Son insufribles hasta las llamadas que hasta ayer te halagaban. Das vueltas y vueltas, la habitación te da vueltas y más vueltas. Y una noche decides que ya no aguantas más.

Rechazas todo lo bueno que aportaba ese alguien, te transformas en un monstruo y haces todo lo posible para no estar con él. Hasta que te pregunta si te pasa algo y no resistes más: ya ni quiero intentarlo. Parece tomárselo bien y te responde que podéis seguir siendo amigos. ¡Ah! Tópico donde los haya.... 
Nunca más supiste de él. Y se quedó unos pendientes. Pero en el fondo te lo mereces, porque fuiste tú quien le dejaste por segunda vez.

2 comentarios:

  1. La historia de mi vida... Vivan las "Friendzone" de donde nunca deberíamos salir, porque siempre se acaba jodiendo u.u'

    ResponderEliminar
  2. Nunca deberíamos salir, o de vez en cuando ni entrar.....

    ResponderEliminar