Como casi cada viernes
esperaba que llegaras a casa. Ese viernes, como casi cada viernes,
había comprado su vino preferido de entonces, Viñas del Vero.
Siempre le encantó degustarlo mientras cenaba con el estómago
revuelto por los nervios porque, un viernes más, te iba a tener en
sus brazos. Copa viene, copa va y tú no llegabas. No era demasiado
raro, puesto que nunca has sido puntual. Siguieron cayendo copitas y
tú continuabas sin aparecer.
Se envalentona y te envía un SMS
(¿alguien recuerda lo que son los SMS?). Le respondes que no vas.
¿Cómo? ¿Qué? ¿Por qué? Todas las preguntas se arremolinaban en
su espeso cerebro regado de alcohol al que no se le ocurre nada más
inteligente que ir a buscar el botiquín: aspirinas, naproxenos,
amoxicilinas, algún ungüento, agua oxigenada, vendas y tiritas.
“¡Ahora caerá sobre ti el peso de mi muerte!” piensa la pobre
infeliz. Mezcla unos cuantos naproxenos (analgésicos) y amoxicilinas
(antibióticos) con otras dos copas de vino, enviándote a su vez
otro SMS:
- Me he tomado un montón de pastillas con vino porque no
vienes...
Al que le respondes:
- ¿Qué haces? ¡No voy porque habíamos
quedado mañana!
Ojos como platos, llamada fugaz a su mejor amiga que
estaba a cientos de kilómetros en un concierto y conclusión: hay
que ir al lavabo a no dejar nada dentro de todo lo tomado. Huelga
decir que lo único que mató aquella noche la pobre desdichada
fueron algunas neuronas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario