viernes, 26 de abril de 2013

Desconectar

Dice la canción: “Necesito unas vacaciones de amar, solo quiero dar palmas y bailar”. Admiro a quienes pueden desconectar el cerebro un solo instante y no pensar en nada, mantener la mente en blanco. Querría la receta de la desconexión, tener a mano el botón que permita hacer ¡clic! Y apagar mi cerebro. Otros dirán que mantener la mente siempre ocupada es saludable, evita que las pocas neuronas sanas que quedan puedan sobrevivir en buenas condiciones. Permíteme que lo dude. Cuando trabajaba era incapaz de desconectar. En vacaciones, seguía preocupada por cómo irían las cosas sin mí. No digas que era porque me creía imprescindible. Nadie es imprescindible. Es una sensación de querer tenerlo todo bajo control.

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Y ahora que no trabajo sigo sin ser capaz de desconectar. Pienso en lo que pasó, analizo cada uno de los pasos, pienso en lo que puede pasar, en planificar el futuro incierto. Eso provoca el insomnio. Envidio los que pueden dejar sus problemas o preocupaciones tras la puerta de la habitación y duermen como lirones. No puedo. Lo intento. Intento meterme en la cama, relajarme, vaciar el cerebro de pensamientos y dormir. Pero no puedo. Pienso en lo que hice ese día, qué dije, que pude haber dicho, que pude haber hecho, qué debería hacer o debería decir. Tengo un pequeño truco: pensar en cosas positivas que no van a pasar. Pero eso tiene un evidente peligro, confundir los recuerdos verdaderos con los imaginados. 

En ocasiones no consigo distinguir lo que viví de lo que pensé. El truco no siempre funciona, así que paso noches sin dormir. Viene de familia. Me di cuenta estos días. Mi madre lleva una semana sin dormir, acaso si duerme cuatro horas diarias. El dolor no es lo único que le provoca el insomnio, es la desazón, el pensar, el cavilar, el no poder desconectar ni un momento.

¿Qué haces para desconectar?

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